Hace algunos años, en un ejercicio que en ese momento no entendía, Roshan, mi maestra, me indico que debía resolver un laberinto. Las indicaciones eran muy sencillas; colocar una pluma indeleble al inicio de la entrada del laberinto y llegar al final con un solo trazo, sin levantar la pluma del papel y sin tener la oportunidad de repetirlo en caso de fallar. Al principio, no encontraba el sentido de dicho ejercicio… pero, al iniciar y darme cuenta que no era posible «no equivocarse» me generó un estrés que en realidad no tenía sentido de ser, «era solo un trazo, un dibujo».
No existe la fórmula perfecta ni la respuesta correcta a todas las preguntas, equivocarse es un paso inevitable en el desarrollo de las cosas. Fue un aprendizaje que me ha seguido durante mi camino y que aún hoy, me doy cuenta que, a veces, quiero levantar la pluma.
