Hablando con una persona muy inteligente, me hizo reflexionar sobre la crisis adolescente. El miedo de volver a la vida después de la vida en casa, después del COVID. Existe una preocupación por el regreso a la vida económica, financiera, laboral, escolar, etc. Pero qué pasa con la mente de los adolescentes, sus miedos y sus necesidades. Esta época de la vida puede resultar un semillero de buenos y malos hábitos. Estando en casa por más de un año, se ha truncado el desarrollo de la psique y de las habilidades de sociabilización de este sector de la población. ¿Qué pasa si la urgencia de vivir y «recuperar» el tiempo perdido, los impulsa a experimentar de forma irresponsable su sexualidad, las sustancias tóxicas, la fiesta y el destrampe.
La sensación de vulnerabilidad ante la pandemia, nos ha hecho darnos cuenta que no hay nada seguro y que la impermanencia de las cosas es lo único constante. Este reconocimiento de la fragilidad de la existencia, nos debe poner en alerta sobre la creación de estrategias psicológicas que puedan contener una situación de desfogue social para un sector poblacional, que fácilmente puede sucumbir a las tentaciones de la calle.
